«Apuestas deportivas y juego online de azar: la epidemia que ya está aquí»
Manuel, 38 años y dos hijos, está en paro desde hace 3 años, ha entrado por primera vez en un nuevo local que han puesto en su barrio, un barrio obrero de los de “toda la vida”. Es un local donde puede jugar a la ruleta, a alguna máquina y seguir los partidos mientras apuesta algún que otro euro en las apuestas deportivas, además es fácil que le inviten a una cerveza, está convencido que su mala suerte está a punto de acabar y conseguirá llevarse un pellizco gordo. Izan, de 16 años, utiliza gran parte de su paga para ponerla en un bote con sus amigos del club de fútbol para hacer apuestas combinadas, y, sobre todo, para apostar en directo; se lee a diario el Marca y considera que es un experto, pasa más tiempo pensando en sus combinaciones y apuestas que en sus estudios o en su novia…
Manuel e Izan son dos paradigmas de lo que está sucediendo en nuestras ciudades y en nuestros pueblos: Desde hace unos años, hay un bombardeo constante en los medios de comunicación de diversas casas de apuestas, casinos online, póker, etc… Es casi imposible no ser víctima de esa publicidad, pues no respeta ni espacios ni tiempos. Igualmente, los locales de apuestas han proliferado de una manera escandalosa en todas partes, pero de manera especial allí donde hay más problemática social: en barrios con mayor índice de paro, de inmigrantes, menor renta per capita, etc. Precisamente, son las clases más desfavorecidas las potenciales víctimas de este problema: Las poderosas empresas del juego saben que una persona con “mala suerte” en la vida es más susceptible de pensar que en la próxima partida, o apuesta, o giro de la ruleta, va a “regresar” toda la suerte que piensa no haber tenido hasta entonces.
Si bien no han dejado de lado a su público tradicional, personas de mediana edad o incluso mediana-alta, que lleva décadas cayendo en las lucecitas de las máquinas tragaperras, omnipresentes en nuestros bares, en la última década la industria del juego ha invertido enormes cantidades de dinero tanto en publicidad como en marketing, para conseguir que las personas más jóvenes jueguen, o, en el peor de los casos, estén deseando poder jugar. Publicidad que une valores sociales, como son el liderato, la pasión por la vida, el riesgo, la amistad, la diversión entre amigos, con algo tan alejado de esos valores como el juego de azar. Las personas que trabajamos en salud mental sabemos que la ludopatía es una enfermedad grave, crónica y muchas veces mortal, y se está abocando a toda una generación a que piensen que el juego de azar con dinero real es algo inocuo, que forma parte de un sano uso del tiempo libre y que, incluso, les va a ayudar a mejorar su economía, sus relaciones sociales y su vida en general. Este mensaje, tan terrible como falso, ha calado en nuestra sociedad, y no es difícil ver cómo incluso padres apuestan con sus hijos mientras ven el partido en un bar. También es frecuente observar como en las casas de apuestas y casinos no piden ningún tipo de identificación y miran hacia otro lado cuando entra un menor de edad. Recordemos que toda persona que desarrolla una ludopatía (hoy en día acuden a tratamiento mucho más jóvenes que hace tan sólo unos pocos años) comenzó con una sola apuesta en una máquina o en su móvil, y el 44% realizó tal conducta antes de cumplir los 18 años.
Estos nuevos locales no sólo proliferan, sin respetar la cercanía con colegios ni institutos, sino que están diseñados milimétricamente para un público joven: Ídolos del deporte y de la televisión, muchos de ellos referentes inequívocos incluso con sus estilos de vida fuera de las canchas deportivas, pensemos en Rafael Nadal, unen su imagen a estas empresas. Y además está la posibilidad de que ganes dinero, si no, nadie jugaría. Efectivamente, toda adicción necesita una recompensa a nivel cerebral, y el jugador sabe que en cualquier momento puede ganar dinero, de hecho, muchas veces gana, aunque sabemos que matemáticamente es imposible ganar en el medio-largo plazo. Al final, siempre, y digo siempre, ganan las empresas del juego. En el caso de las apuestas es especialmente llamativo como dichas empresas promocionan que se juegue en “directo”, es decir, mientras se desarrolla el evento deportivo. En este caso la recompensa cerebral es muy rápida : “si en el próximo minuto hay un gol ganas X dinero”, por ejemplo. En esta inmediatez del resultado es donde está verdaderamente la adicción y las casas de apuestas lo saben: regalan bonos no sólo cuando te inicias en el juego sino que, una vez dentro, te llueven promociones y “regalos” para que “pruebes” dichas apuestas en directo. Es una manera de asegurarte que el cliente va a actuar mucho más impulsivamente, y por lo tanto, va a gastar su dinero de una manera irracional y con mucha menor medida. Para nosotros, es la manera de hacer que las personas se enganchen a una conducta adictiva. Se recomendó desde todos los ámbitos de la salud que no se autorizaran dichas apuestas, pero el lobby del juego es mucho más poderoso y hoy día las empresas tienen enormes beneficios con esta conducta que se puede convertir en una enfermedad muy grave. Precisamente el cerebro de un adolescente se caracteriza por la impulsividad, por la asunción de mayor riesgo y por la experimentación, y por eso son las personas más susceptibles de desarrollar la ludopatía de adultos, si empiezan a jugar en esa época de su vida.
Otro de los mensajes engañosos del marketing de los juegos de azar es dar a entender que no es una cuestión de azar, sino que si tienes los conocimientos y habilidades apropiados, puedes ganar fácilmente. Así, personas que juegan muy bien al fútbol o que son muy aficionados al deporte en general, piensan que tienen más probabilidades de ganar. Han conseguido que el ser aficionado al deporte se convierta en un factor de riesgo, si no se tiene la suficiente información. Igualmente, los jóvenes piensan que el póker online depende de sus estrategias y capacidad, pero la realidad es que juegan, la mayor parte de las veces, con un software carísimo que deja muy poco margen a ganar en el medio y largo plazo, lo más fácil es que acabes sin un euro.
La comodidad de estos lugares, la luz, los techos bajos, todo, provoca la desconexión con el exterior y que se pierda incluso la noción del tiempo. Y como ya hemos apuntado arriba, su ubicación estratégica, junto a lugares frecuentados por jóvenes, además de en las zonas donde mayor problemática socio-económica existe, hacen que su sola existencia supongan un riesgo enorme para todas las personas, especialmente para aquellos y aquellas más jóvenes.
Y el problema no son sólo los locales ni las máquinas de apuestas en todos los bares (también se recomendó su prohibición en locales donde pudieran entrar menores, como los bares, pero tampoco se atendió esta petición desde las administraciones públicas): hoy en día puedes jugar cómodamente desde tu casa, con el móvil u ordenador. Ya sabemos hace tiempo que el juego online tiene una capacidad de producir adicción mucho más alta que el presencial: el anonimato, la posibilidad de repetir una y otra vez, intentando recuperar lo perdido, la ilimitada oferta, la posibilidad de jugar 7 días a la semana, las 24 horas: todos ellos son factores que han hecho que si hace unos años una ludopatía se desarrollara en unos 7 u 8 años, hoy en día lo puede hacer en 2 o 3, y, como ya hemos dicho antes, esto suceda mucho antes en la línea de la vida, en vez de a los 40 o 50, puede suceder en la veintena.
Las familias están faltas de información y confusas, y no se presta suficiente atención a la prevención desde las administraciones (por cada euro invertido en prevención, las empresas invierten 4 o 5 en marketing y desarrollo de su propuesta insana de ocio). Llevamos esperando años una legislación adecuada, que limite espacios y tiempos tanto a publicidad como a locales, que regule el juego online de manera de hacerlo inaccesible a menores de edad, restringiendo los juegos con mayor capacidad de adicción (como son las tragaperras online, otro juego que se ha colado en contra de todos los expertos), y todo ello habría que hacerlo de forma retroactiva, para paliar todo el daño realizado. Es importante que la percepción del riesgo de los juegos sea adecuada a la realidad y que todos, familias, profesionales, asociaciones, administraciones, enviemos un mensaje univoco y real sobre el verdadero alcance de este problema, que pronto puede convertirse en epidemia. Además, es fundamental invertir tiempo y recursos, mediante programas de efectividad demostrada, en promover hábitos de tiempo libre y ocio saludables.
En Proyecto Hombre La Rioja estamos observando ya desde hace años como llaman a nuestra parte hombres, y mujeres, cada vez más jóvenes, que han arruinado económicamente su vida, y muchas veces la de su familia, y, lo que es peor, que han destrozado los lazos con todo aquello que es bueno y positivo en su vida, en la de todos: un trabajo, unos estudios, una relación de pareja, una paternidad o maternidad responsable, una empresa familiar, un grupo de amigos… Si bien requiere mucho esfuerzo por parte de la persona afectada y su entorno, también sabemos que, con los recursos, medios profesionales y toda la humanidad posible, se puede volver a recuperar la esperanza y aquello perdido. Animamos a todas las personas que sufren esta epidemia, ya sea como jugadores o como familiares o amigos, que pidan ayuda, todo puede ir mucho mejor con una llamada a tiempo.
Y recordemos que, el juego, o es vida, o no es juego.